La legendaria banda neoyorquina, que puso final a su última y definitiva gira el pasado mes de diciembre, protagonizó en febrero de 1974 un estreno discográfico que supuso el primer paso de una larga y exitosa carrera capaz de cautivar a millones de fans por todo el planeta durante este último medio siglo.
Han vendido más de 100 millones de discos y con su singular maquillaje decorando sus rostros, vestidos con extravagantes atuendos de cuero y subidos a calzados con plataformas hiperbólicas han disparado su munición rockera en miles de conciertos por todo el mundo, desplegando en sus actuaciones un sinfín de dosis de pirotecnia, guitarras que despiden humo, llamaradas, baterías que se elevan sobre el escenario y una música que bordea varios estilos que van todos a desembocar definitivamente en el rock. Pero detrás de cualquier historia de éxito hay un comienzo y en el caso de esta banda estadounidense hay que retrotraerse medio siglo para hallar los cimientos, el punto en el que todo empezó con el lanzamiento, en febrero de 1974, de su primer disco. Cinco décadas después, ese vinilo sigue girando hoy para millones de sus fans convertido ya en todo un clásico.
Paul Stanley y Gene Simmons son en 1970 dos chicos de Nueva York, ambos de origen judío (Simmons nació en Israel con el nombre Chaim Witz) que tratan de abrirse camino en el mundo del rock, inspirados fundamentalmente por los Beatles. Formarán ese año la banda Rainbow, a la que no tardan en cambiar el nombre por el de Wicked Lester. El estilo de la banda combina el rock and roll con el folk rock y ciertos toques de pop. Tras grabar un disco para Epic Records que no llega a cuajar y que ni siquiera se edita oficialmente, a finales de 1972 se une a la banda como batería Peter Criss. Entonces el estilo de Wicked Lester comienza a virar a un sonido más duro y su imagen se acerca a la de los New York Dolls y Alice Cooper, quienes también marcan sobre ellos una notable influencia musical. Stanley, Simmons y Criss comienzan a maquillar, aún tímidamente, sus caras y su vestimenta pasa a ser mucho más llamativa.
El nacimiento de la banda
Por entonces ya han emprendido, aunque sin suerte, el intento de hallar una casa discográfica que confíe en ellos. En enero de 1973, y tras haber audicionado a no menos de 50 guitarristas, se une al trío Ace Frehley, quien pese a su extraño aspecto ha asombrado a Simmons y Stanley por su dominio de las seis cuerdas. Frehley, en palabras de Paul Stanley recogidas por Classic Rock, era “la pieza que nos faltaba”, “el eslabón perdido”. Con él, unas semanas más tarde y, según Simmons, la primera noche que van a tocar en el Pop Corn de Queens, en Nueva York, el 30 de enero de 1973, deciden utilizar el nombre de KISS. En marzo actúan en la sala The Daisy in Amityville, en Nueva York, y entonces, ya sí, han decidido apostar por una mayor dosis de maquillaje y arriesgar más con vestimentas que no pasan desapercibidas para los pocos espectadores que los contemplan en vivo.
El valenciano Pedro Martínez lleva más de cuatro décadas siguiendo a KISS, devora sus discos desde su adolescencia y aún hoy mantiene intacto su “fanatismo” por la banda. Para él, el cuarteto neoyorquino aportó al panorama musical de los 70 una “gran puesta en escena, unos trajes y maquillajes espectaculares, y un halo de misterio, al no saber quiénes eran esos chicos que tocaban tratando de ocultar sus caras. Esa caracterización fue el punto que los diferenciaba del resto”.
El grupo graba una maqueta de cinco canciones con Eddie Kramer como productor y logra convencer a Bill Aucoin para que se convierta en su manager, quien resultará una figura crucial en la historia de KISS. Él es quien consigue para ellos su primer contrato discográfico con Casablanca Records, una compañía fundada por Neil Bogart.
Grabación y lanzamiento
El primer disco de KISS se graba en noviembre de 1973 en los estudios Bell Sound de Nueva York en apenas trece días, y cuenta con la producción de Kenny Kerner y Richie Wise. Tras salir del estudio el grupo prosigue con sus actuaciones, y el 31 de diciembre tiene lugar su “puesta de largo” al telonear en la Academia de Música en Nueva York a Teenage Lust, Iggy and The Stooges y Blue Oyster Cult. Unos días más tarde, el 5 de enero de 1974, comenzará su gira en Edmonton, Canadá.
Poco después llega el ansiado lanzamiento de su disco, que lleva por título el propio nombre de la formación: KISS. Sobre la fecha de ese lanzamiento hay ciertas discrepancias. Aunque los estudiosos de la historia de la banda y varios de sus más destacados biógrafos han hallado que en los archivos de la Librería del Congreso de EEUU se recoge que el disco vio la luz el 8 de febrero, la banda, sin embargo, registra en su página oficial que su puesta en circulación tuvo lugar tal día como hoy hace 50 años, el 18 de febrero de 1974.
Las ventas del disco son discretas, apenas 75.000 copias, y habrá que esperar a su cuarto trabajo, un año y medio después, para ver a Kiss alcanzar el éxito internacional gracias a Alive! Esta grabación en directo abre los ojos y los oídos a cientos de miles de fanáticos del rock por todo el mundo y hace que para 1977 las ventas de su primer disco alcancen ya el medio millón de unidades.
Diez clásicos
Javier Rueda es una voz autorizada entre los fans de la banda. Preside Kiss Army Spain Fan Club, el único club de fans autorizado por la banda en España y ha estado presente en 70 conciertos, incluidos los dos últimos en el Madison Square Garden de Nueva York, el 1 y 2 del pasado diciembre, que ponían el punto y final a la gira mundial de despedida del grupo. “Es uno de sus discos más importantes porque contiene todos los clásicos”, afirma, “y aunque la producción no es muy buena es un disco redondo de principio a fin”. “Los diez temas son diez clásicos”, asegura.
El madrileño Jorge Ramírez no sólo lleva más de cuatro décadas escuchando a KISS, sino que es poseedor de una de las mayores colecciones en Europa de artículos de la banda estadounidense. Es dueño de un auténtico museo formado por más de 30 guitarras y bajos (réplicas, e incluso piezas adquiridas directamente al propio grupo), un centenar de camisetas, decenas de discos de oro y platino, llaveros, figuras, chapas, tazas, más de 300 vinilos y miles de artículos más de KISS, incluida una máquina de pinball. “Cuando compré aquel disco de importación fue como escuchar una serie de clásicos de rock pero con mucha frescura de composición”, recuerda. “Fue como un golpe a la cabeza y al corazón a la vez, una explosión de clásicos con soplos de juventud también y mucha fuerza vital de una banda en su primer disco”, cuenta. “Su música supuso una transición de los sesenta al rock clásico de los 70, evolucionando constantemente a lo largo de su carrera, con sus éxitos y con sus fracasos”, reconoce Ramírez.
Pedro Martínez destaca de aquel disco “la frescura de sus temas y su sonido básico, sin grandes distorsiones, puro rock and roll, ese que suena igual en disco que en directo”. Lo cierto es que la producción de su primer trabajo en el estudio no satisfizo plenamente al grupo. Los productores, Kerner y Wise, no “supieron entender”, en palabras de Simmons, la intencionalidad de la banda.
Como siempre han reconocido los propios miembros de la formación, su álbum KISS no tuvo ningún éxito de ventas, pero con los años todas sus canciones se han convertido en clásicos. Strutter, Deuce, Let Me Know, Cold Gin, Nothin’ To Lose (su primer single), Firehouse (asociada esta, cuando la tocaban en directo, a los efectos de llamaradas que salían de la boca de Gene Simmons sobre el escenario) o Black Diamond. Curiosamente, las primeras 100.000 copias del disco no incluyeron un tema que se añadió a posteriori, una versión de Kissin’ Time, una canción de 1959 que se empeñó en adjuntar en las siguientes ediciones el presidente de la discográfica, buscando rebañar mayores ventas.
El logo y la portada
La portada del disco muestra a los cuatro componentes del grupo destacando sobre un fondo completamente negro, al estilo de la que empleó en With the Beatles el célebre cuarteto de Liverpool. La fotografía corrió a cargo de Joel Lee Brodsky, que en su estudio de Manhattan retrató a los miembros de Kiss con sus singulares maquillajes. Se da la circunstancia de que el director artístico, Dennis Woloch, había contratado para la sesión fotográfica a un profesional para que se encargase de “decorar” sus rostros, pero todos, a excepción del baterista Peter Criss se negaron y se maquillaron ellos mismos. De ahí que el maquillaje que luce Criss en esa portada acabase resultando inédito y no se volviese a repetir. Frehley, por su parte, fue el único que decidió teñir su pelo de un color plateado para la ocasión. “Aunque no fueron los primeros en utilizar maquillaje, elevaron al mismo nivel el espectáculo visual al musical”, considera Jorge Ramírez.
En la esquina superior derecha de la portada aparecía el logo de la banda, convertido hoy en un icono que trasciende a lo musical. En aquella ocasión, apareció con letras formadas por brillantes. La idea y el diseño de ese logo corrieron a cargo del guitarrista Ace Frehley, pero luego Paul Stanley lo retocó para convertirlo en “algo más parecido al emblema de una marca de automóviles”.
Definitivamente, había surgido con aquel álbum un grupo que llegaba para ser diferente, en lo musical y en lo teatral, en esa particular forma de concebir la escenificación de sus espectáculos en directo. Nunca situaron una canción en el número uno de las listas, pero sus shows tampoco dejaron indiferente jamás a nadie, y acumularon con los años decenas de canciones convertidas de una manera u otra en himnos o clásicos del rock.
Javier Rueda considera que, finalmente, “el éxito de KISS ha sido su armada de fans, que es lo que les distingue de todas las demás bandas. Quizás no hayan vendido tantos discos, quizás no hayan llenado tantos estadios, pero durante toda su trayectoria han tenido una armada de fans muy leal que les ha seguido y no les ha abandonado nunca y ellos son conscientes de ello y siempre han sido muy respetuosos y muy cercanos”. Rueda, como presidente de Kiss Army Spain, ha tenido la oportunidad de conocer a todos y cada unos de los miembros del grupo y de estar con ellos en multitud de ocasiones. Ha podido constatar de primera mano cómo unos “son más divas, otros menos divas; unos más generosos, otros no tanto; unos más humildes que otros”. “A fin de cuentas, son estrellas de rock”, concluye Javier Rueda. Y aquel primer disco que hoy cumple 50 años fue el primer paso que dieron para convertirse en ello.
Fuente: https://www.epe.es/es/cultura/20240218/50-anos-primer-disco-kiss-98260110