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KISS, JUDAS Y LA SOMBRA DE ETA EN DONOSTI.

El exlíder de Los Salvajes Gaby Alegret, metido a promotor musical en los ochenta, recuerda el día en que le exigieron la recaudación en Anoeta y tuvo que llegar a un acuerdo con sus presuntos extorsionadores.

La historia que cuenta Gaby Alegret suena un poco disparatada, algo así como una ETA metida a promotora musical de conciertos internacionales para pillar cacho y financiarse, pero ese pasaje de la biografía de quien fue cantante y líder del grupo catalán Los Salvajes da casi para una novela. En un momento de parón de la banda, aprovechó su experiencia profesional para probar fortuna en otro negocio y dedicarse a la organización de bolos. Pero no cualquier bolo. Después de foguearse en Alemania con Los Salvajes durante los años sesenta y de recorrerse media Europa cuando en España la escena estaba dominada por el guateque y las ñoñerías, Alegret se introdujo en el circuito del rock duro/heavy metal y logró a primeros de los ochenta traer a Kiss a España en dos citas: Madrid y San Sebastián.

La novedad era que los Kiss actuaban por primera vez sin su clásico maquillaje -el que hoy siguen luciendo y es parte señera de su identidad-, en la presentación de su disco ‘Lick It Up’. El grupo liderado por Gene Simmons (bajo y voz) y Paul Stanley (voz y guitarra) se completaba en esa ocasión por Eric Car a la batería y Vinnie Vincent como segundo guitarrista. La nueva imagen descolocó por completo a sus fans, que querían seguir viendo a sus ídolos con sus pinturas de guerra, lo que provocó sonados pinchazos en sus conciertos. Hasta tal punto que Gaby Alegret (Barcelona, 1944) confiesa que perdió «trece millones de las antiguas pesetas» con esos bolos.

El grupo tocó el 15 de octubre de 1983 en el donostiarra velódromo de Anoeta, en pleno despegue de la movida madrileña. Tras el concierto, agitado también por unos problemas registrados en la instalación del tanque de atrezzo que iba sobre la batería, Alegret se fue a descansar al hotel. No solía ya salir nunca de marcha con los artistas después de haberse visto envuelto en una pelea estando de copas con los Black Sabbath en Barcelona. La cosa es que una llamada de teléfono a su habitación le dejó alucinado.

Le llamó «la ETA», confiesa en una entrevista publicada recientemente en Jot Down. «Sí, que fuera preparando la pasta que había sacado del concierto, que iban a recogerla. Yo les dije que no; aparte habíamos palmado dinero. Me contestaron que podía tener problemas y les pedí que viniera alguno a verme y hablábamos. Apareció uno. Le dije que yo no les iba a dar de mis beneficios, pero que los próximos conciertos que hiciera, porque yo sabía que ellos estaban en el negocio, se los vendía y ellos hacían las fechas en el País Vasco. Yo sacaba algo y lo que les diesen en taquilla, para ellos. Les encantó el trato. Nos dimos la mano y los dos siguientes conciertos míos los hizo la ETA». Fueron Judas Priest en el velódromo y Depeche Mode en el polideportivo de Anoeta.

En conversación telefónica con este periódico, Alegret trata de matizar sus palabras y no hablar en esta ocasión tan claramente de ETA. Apenas de su sombra. «Bueno, lo deduje por las cosas que me pedían y lo que decían defender», alega ahora. No es la primera vez que un entrevistado intenta corregir sus declaraciones a Jot Down, viendo el alcance o el revuelo que puedan provocar. La revista está especializada en abordar charlas en profundidad y en bucear en las biografías de sus interlocutores para sacarle todo el jugo y perfiles nuevos por muy quemados que puedan estar. Lo de las matizaciones suele ser más habitual en los políticos, pero el músico prefiere ahora no ofrecer muchos más detalles sobre esa rocambolesca colaboración, más allá de evitar identificar a la banda terrorista como sus presuntos extorsionadores, supuestamente camuflados «en el negocio» como si se tratase de una agencia musical.

Gaby Alegret.

Pero en la entrevista publicada fue muy claro. «Aquella España era así. Y lo mejor de los etarras era la seguridad que montaban en los conciertos. Había unos tíos con unas barras de hierro enormes. Allí no se pasaba ni Cristo. Yo me iba a cenar, me ponían una limusina, con teléfono y todo, que no las había en España, y me reservaban un hotel en Monte Igueldo. Estaba como un marqués. Con ellos hice Depeche Mode y Judas Priest. Aquí sí que hicimos dinero», declara en la misma conversación, realizada por Álvaro Corazón.

Gaby Alegret, que ha repasado también sus andanzas en el libro ‘Los Salvajes y yo, nuestra salvaje historia’, editado por Lenoir, se adentra en otras interioridades de aquel ‘show business’. Preguntado por este periódico sobre otras anécdotas vividas en el País Vasco, el artista recuerda que por aquel entonces prefería ya rehuir el contacto con los grupos después de sus actuaciones. Todavía se acordaba de la bronca que montaron los Black Sabbath en un palco de la discoteca Up&Down. Allí fueron tras un concierto en la Monumental de Barcelona, aunque solo quedaban dos miembros de la banda original: el guitarra Tommy Iommi y el bajista Geezer Butler. El cantante era Ian Gillan, ex de Deep Purple, en sustitución de Ozzy Osbourne, lanzado ya en su carrera en solitario. La cosa es que Gillan provocó a los camareros con su borrachera y se lío una trifulca de cuidado entre los empleados del local y los gorilas de la banda, en una pelea en la que se emplearon hasta las patas de las cubiteras. El resultado es que todos acabaron en comisaría, al bajista el rompieron un dedo y la actuación estuvo al borde de la cancelación.

Desde entonces, Alegret limitaba su contacto con los artistas. También llevó a los Kiss al Up&Down, pero éstos «eran unos señores, educados». Recuerda que Simmons, con su 1,90 de altura, vestido de cuero y «con la cartera llena de billetes», solo se preocupaba de «tías, tías y tías», al igual que el batería. «Los otros dos, nada, eran gays», declara.

Por San Sebastián el anecdotario no da para mucho. Ni con Kiss ni con Judas en 1984, que venían a presentar ‘Defenders of the Faith’. Pero ni la banda de Stanley ni la de Rob Halford estaban por la labor de darse a los abusos, ni siquiera gastronómicos. Eran vegetarianos y tiraban de catering. Puerros y brócoli.

Fuente: https://www.elcorreo.com/bizkaia/culturas/musica/201602/04/kiss-judas-sombra-donosti-20160201194830-rc.html

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